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Taxco de Alarcón

Municipio. Cabecera del mismo nombre.

Toponimia, escudo y/o glifo. Según Miguel Salinas, maestro de la Academia Mexicana de la Lengua, la voz primitiva de Taxco, en náhuatl, es tlachco, que significa “en el juego de pelota”, deporte al que eran muy aficionados los nahuas, constituyendo para ellos un verdadero rito. El agregado “de Alarcón” le fue asignado en memoria del destacado dramaturgo taxqueño Juan Ruiz de Alarcón.

El jeroglífico de Tlachco representa un frontón. Es un espacio en forma de I colocada horizontalmente. Los campos que quedaban en las extremidades eran para los jugadores. El frontón estaba dividido en cuatro zonas, por líneas: una, que la parte en su longitud, y otra, en la parte central. A la mitad de este cercado había dos piedras fijadas en la pared, frontera la una de la otra; las dos tenían un agujero en medio, “... el cual agujero estaba abrazado de un ídolo el cual era el Dios del juego: tenía la cara de figura de un mono...” (fray Diego Durán).

Glifo

Nota: para una descripción histórica amplia, que dé cuenta de cómo se efectuaba el juego ritual, se sugiere consultar la Historia de las Indias de Nueva España de fray Diego Durán.

Escudo

Reseña histórica. (Cronología). En tiempos cercanos a la llegada de los españoles, el espacio que actualmente ocupa la ciudad de Taxco era llamada por los indígenas Tetelcingo (que en náhuatl significa “cerro pequeño”). En ese entonces el pueblo conocido actualmente como Taxco el Viejo (el original Teotlalco, de los chontales; tlalco, según Motolinía; Tachco, según Hernán Cortés; y, Tlachco, según Clavijero y Francisco del Paso y Troncoso) era el asentamiento humano más importante de la región.

A esa zona habían llegado, dice el historiador Moisés Ochoa Campos, desde el Preclásico (2500 a. C. a 200 d. C., aproximadamente, según Illades) grupos olmecas que cubrieron un área muy extensa que abarcaría las regiones Norte, Centro y Costa Grande del actual Guerrero. Si bien los textos de historia prehispánica ubican a los olmecas principalmente en territorios que corresponden a los actuales estados de Veracruz y Tabasco, hay elementos arqueológicos que dan cuenta de su presencia en el valle de México, en la zona sur del país y aun en el área maya. Su influencia fue tan notable que no pocos la consideran como la “cultura madre” de la civilización mesoamericana; una cultura, expresa el doctor Alfonso Caso, “clásica y extraordinariamente fina”.

En los albores del periodo Clásico (200 d.C. al 900, aproximadamente, de acuerdo con Illades), por el rumbo de la actual región de Tierra Caliente penetraron grupos de chichimecas (“chupadores de sangre”) que ocuparon espacios aledaños al río Balsas y terrenos que hoy corresponden a las dos costas guerrerenses.

De los que se quedaron en el norte del hoy estado de Guerrero, los chontales constituyeron el más trascendente. Su presencia se ha constatado en Ixcateopan (posiblemente su asentamiento más importante), Teloloapan, Cocula, Coatepec Costales, Apaxtla, Alahuixtlán, Acamixtla, Iguala, Huitzuco, Tepecoacuilco, Taxco el Viejo y muchos lugares de esa zona. Hablaban su propia lengua; se ocupaban de la caza y la agricultura; su gobierno era de tipo patriarcal; vivían en chozas construidas con adobe y techo de palma; su alimentación consistía en tortillas de maíz, chile, legumbres y carne; poseían un calendario de 360 días, distribuido en meses de 20 días. (v. Ochoa Campos, Moisés y Carranco Cardoso, Leopoldo).

En el periodo Postclásico (901–1521, aproximadamente) varios hechos importantes definieron el panorama social de la región taxqueña:

 
Panorámica de Taxco de Alarcón.

  • Hacia el Siglo XI, procedentes del noreste, llegaron al territorio actual de Guerrero algunos grupos nahuas. Uno de éstos, el de los coixcas (“llanura de culebras”), conquistó el área chontal matlatzinca (este último pueblo vino desde el valle de Toluca y ocupó varios lugares de la hoy región Norte); los coixcas formaron un señorío muy extenso, conocido como Coixcatlalpan, del que formó parte Tlachco.
  • Hacia el año 1428, una vez consolidada la Triple Alianza (Tenochtitlan, Tezcoco y Tacuba), luego de su victoria militar sobre los tepanecas de Azcapotzalco, la acción expansionista de aquélla se dirigió hacia varias zonas de lo que fue Mesoamérica. Una de esas zonas fueron los territorios localizados al sur de Tenochtitlan, es decir, en dirección a la costa del Pacífico.
  • La conquista mexica del área sur comenzó desde el reinado de Izcóatl (1428–1438) y se prolongó durante medio siglo. Después de vencer a los tlahuicas en espacio que hoy corresponde al actual estado de Morelos, los aztecas llegaron hasta el río Balsas; a su paso, sometieron a varios pueblos. Sin embargo, será con Moctezuma Ilhuicamina (rey de 1438 a 1468) cuando los chontales y los coixcas de Taxco el Viejo –y los de muchos otros pueblos del norte estatal– serán dominados, comenzando así una importante transformación política, social, económica y cultural que sólo cambiará sustancialmente con la presencia española en estos lugares noventa años más tarde.

Era tal la importancia de Tlachco que, dentro de la organización administrativa del territorio suriano conquistado, fue capital de una de las siete provincias establecidas por los mexicas. (Las otras seis provincias, dice Moisés Ochoa Campos, fueron: Tepecoacuilco, Cihuatlán, Tlapa, Tlalcozauhtitlán, Quivahuteopan e Igualtepec).

El origen del Taxco actual fue propiciado por la minería, actividad que nuestros indígenas desarrollaron muy bien –a pesar de las limitaciones tecnológicas– y de la que derivaron una orfebrería variada en sus productos y de una gran belleza y calidad.

Como dice Manuel Toussaint en su excelente trabajo Tasco. Su historia, sus monumentos, características actuales y posibilidades turísticas: “No consta que... (Hernán Cortés) personalmente haya estado en Taxco” (pág.23). Sin embargo, es a él a quien se atribuye el descubrimiento, para los europeos, de las minas de esa zona. Se refiere a ellas en su Cuarta Carta de Relación, fechada el 15 de octubre de 1524, aunque en ese momento, por lo menos, no habla de oro ni de plata, sino de estaño y fierro (el primero de estos metales le era indispensable para producir bronce y, con éste, construir cañones).

Según la Relación de minas de Taxco, transcrita por don Francisco del Paso y Troncoso, fueron Rodrigo de Castañeda, hacia 1531, y Miguel Díaz de Aux, poco después, quienes sometieron a los pueblos indígenas de la región. Se sabe también que ya para 1534 se habían descubierto algunas minas de plata y que Juan de Cabra, Juan Salcedo (o Saucedo) y “un fulano Muriel” fueron los primeros pobladores españoles. El nuevo Taxco se fue poblando y creciendo en importancia, todo ello en detrimento de Tlachco (Taxco el Viejo). Hacia 1570 el Real de Minas de Tasco, según descripción del Arzobispado de México, se integraba por tres reales de minas y seis cabeceras; los reales eran: Tetelcingo, Cantarranas y Tenango; las cabeceras: Tasco el Viejo, Hueiztaca, Atzala, Tenango, Acamixtlahuaca y Tlamacazapan. (En los reales vivían los mineros y los españoles; en las cabeceras, los indígenas. Tenango era cabecera y era real).

En 1581 Taxco alcanzó su jurisdicción definitiva: mantuvo sus tres reales de minas y aumentó su número de cabeceras al incorporar Nochtépec, Pilcayan, Tetípac, Coatlan, Acuitlapan y Teulistaca (en este párrafo, se utilizó la ortografía que emplea Toussaint).

En general puede decirse que la vida cotidiana de esta área fue “reposada y tranquila” para los españoles durante los 300 años de dominación, salvo los periodos de bonanza o de pobreza, de epidemias o de escasez, que llegaron a trastocar aquella quietud.

Hacia 1772 el Tasco español, es decir, el Taxco nuevo y sus alrededores (barrios, haciendas y cuadrillas) comprendía 1383 casas con una población de 4353 personas, según el padrón elaborado por don Manuel de la Borda.

En los comienzos del Siglo XIX, visitó Taxco el sabio alemán Alejandro von Humboldt; la fecha más cercana al hecho histórico es la del 5 de abril de 1803; aún se conserva la casa donde se hospedó. Los días 6 y 7 estuvo en Tehuilotepec, de donde muy probablemente partió el 8, toda vez que el 9 se encontraba ya en Puente de Ixtla.